
Francisco de Goya (1746-828): "Pavo". El pavo vulgar fue traído del Nuevo Mundo y tuvo tal aceptación que dejó arrinconado al pavo real que se comía desde antiguo en Europa; éste quedó como ornamento de parques y jardines.
Sentido alimentario de la aclimatación y la domesticación
¿Dónde tuvo lugar la aclimatación? Hasta hace poco era frecuente leer en historias de la alimentación que la aclimatación tuvo lugar en Egipto, creyendo que la irrigación natural de sus regiones áridas, efectuada por las crecidas periódicas del Nilo, dio la idea de plantar allí semillas. Pero el caso es que «no se ha encontrado en Egipto ninguna planta silvestre emparentada con cualquiera de las que primero se cultivaron» (R. L. Beals / H. Hoijer, 310). ¿Cómo se iba a aclimatar, si no existía?
Los investigadores parecen estar de acuerdo en que el cultivo de las plantas se emprendió en muchas áreas a la vez y en relación con numerosas plantas. Era factible que la técnica de la irrigación se desarrollara primeramente en los valles de las montañas, desviando las aguas de los ríos para derramarlas sobre amplias áreas.
Durante millón y medio de años los primitivos cazadores-recolectores no poseyeron plantas o animales domesticados. ¿Por qué cambiaron radicalmente sus propios hábitos e inventaron el modo de cultivar las plantas y domesticar los animales? La domesticación, en concreto, requiere largo período de aprendizaje; luego no fue inventada como respuesta inmediata a una situación de sequía o de escasez.
Para explicar este fenómeno hay dos tipos de hipótesis: la del azar y la finalista.
No tiene nada de extraño que la domesticación ocurriera de manera accidental, dentro de una situación en que hombres y animales se vieran obligados a convivir en áreas geográficas restringidas o confinadas (por hielos, ríos, mares, desiertos, montañas, etc.). En este supuesto existe una hipótesis, denominada «vía de la leche», que explica la domesticación como un hecho debido a que las mujeres amamantaran las crías de otros animales o incluso a que los pequeños humanos se amamantaran de otros animales, como ocurre todavía en algunos puntos de Amazonia. También podría ser accidental la domesticación de las plantas, las cuales habrían brotado y crecido a partir de los desechos dejados por los recolectores-cazadores en las inmediaciones de sus asientos temporales; cuando tras la emigración anual volvieran al lugar anterior encontrarían una recolección apreciable (E. Anderson, 98).
La hipótesis finalista baraja dos posibilidades: o bien que la domesticación animal y vegetal se hiciera desde el principio con el fin preciso de obtener comida; o bien por otros fines, no excluido ni el económico ni el religioso. En la primera explicación, los animales habrían sido domesticados como «productores», bien de elementos protectores (cuero, lana) bien de «trabajo» de tiro, por ejemplo (R. P. Palmieri, 120). El ganado bovino pudo ser domesticado primero para tiro y después para producir carne y leche. Los motivos religiosos no pueden ser descartados en muchos casos; porque hubo pueblos que consideraban a los animales como objetos sacrificiales o como intermediarios entre el hombre y la divinidad.
La domesticación de las plantas pudo tener al principio un fin no estrictamente alimentario, sino arquitectónico, decorativo o medicinal.
Sea cual fuere el modo en que se alcanzó la domesticación, lo cierto es que la población humana modificó radicalmente su disponibilidad de alimentos y su actividad económica.
El dominio de la domesticación vegetal y animal permitió el aumento de la población en grandes concentraciones e incluso una expansión de los pueblos agricultores en el área asiático-europea, expansión ocurrida hace cinco mil años, extendiéndose hacia las regiones norte-europeas con la velocidad de un kilómetro por año (L.L. Cavalli-Sforza, 54). Junto a la variedad de fuentes alimentarias se produjo un incremento de la productividad.
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Las áreas principales de aclimatación
Cuatro son las áreas principales de aclimatación: 1ª Tierras altas de Etiopía, Anatolia, Irán y Afganistán. 2ª Tierras mediterráneas. 3ª Tierras del sur o del sudeste de Asia. 4ª Tierras del Nuevo Mundo.
En el sudoeste de Asia (noroeste de la India, Afganistán, Irán, Anatolia oriental y central) se encuentran numerosos valles bien regados, de elevación moderada y con climas suaves y uniformes, que originan una considerable diversidad botánica. Allí crece el trigo blando, el centeno, el lino, los guisantes, las lentejas, las manzanas, las peras, las ciruelas y otros muchos frutos de la zona templada. Esos valles, por su entorno orográfico, están además protegidos de fáciles incursiones del exterior. Por su parte, Etiopía es la cuna del trigo duro, algunos tipos de cebada y guisantes.
En el área mediterránea prospera la aceituna, el higo y el haba.
En la China montañosa crece el haba de soja, el mijo y el cáñamo. La India central y meridional, Birmania e Indochina, producen el arroz, la caña de azúcar y el algodón asiático.
En el Nuevo Mundo arraigaron muchas de las más importantes plantas hoy cultivadas. «Las tres quintas partes de la riqueza agrícola del mundo actual se considera que derivan de plantas desconocidas en Europa antes de Colón» (R. L. Beals / H. Hoijer, 310). El cultivo de esas plantas tuvo lugar en muchos sitios diferentes, siendo las principales áreas de origen: América Central (especialmente el antiguo Méjico) y la parte septentrional de América del Sur (Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Chile, los valles andinos, Brasil).
Aunque la principal aportación americana a la dieta europea fue vegetal, no debemos olvidar que el pavo vulgar también fue traído del Nuevo Mundo y tuvo tal aceptación que dejó arrinconado al pavo real como ornamento de parques y jardines. De hecho, la carne del pavo real, aunque no es agradable, se comía desde antiguo en Europa, debido no tanto a cualidades gastronómicas cuanto a la rareza y belleza de su plumaje.
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Las plantas americanas importadas a Europa
La enumeración de sólo algunas plantas americanas cultivadas es ya un ejercicio gratificante, sabiendo sobre todo que han contribuido al desarrollo de muchos pueblos, incluidos los europeos:
Maíz*, Judía*, Pimentón , Cayote, Guayaba, Chile, Altramuz , Calabaza, Tomate*, Patata*, Cacao*, Cacahuete, Girasol, Pimiento, Mango, Mandioca, Vainilla, Chirimoya, Aguaturma*, Quina , Ananás* o Piña, Guanábana, Boniato.
* El maíz lo trajo Colón a España en su expedición de 1.492, como una muestra curiosa de lo que los nativos de Indias cultivaban. Era en realidad la base alimenticia de las culturas incas y mayas. Esta semilla de gramínea no requiere aperos pesados para su cultivo, ni arados ni bueyes, con lo que rápidamente fue aceptada en Europa, unida al cultivo del trigo, la cebada, el centeno y la avena. A principios del XVI se cultiva en la vega del Guadalquivir como forraje. Pero hasta el s. XVII no se impone masivamente en Europa, con excepción de Francia, dónde sólo tuvo acogida en el s. XIX. Al parecer penetró antes el maíz desde América en Asia y en el Próximo Oriente (Persia y los países del Eufrates) a través del estrecho de Bering y el Pacífico, estando implantado en Mesopotamia y Persia ya en el siglo XIV. Forma hoy parte de platos típicos de gran aceptación gastronómica, como la «polenta» italiana.
* El tomate se incorporó también a platos que eran típicos de España, como el gazpacho –citado por Cervantes en el Quijote– compuesto antes sólo de aceite, ajo, agua, sal, vinagre y pan.
* Los españoles encontraron la patata en Perú en 1.531. Ya en el s. XVII toda Irlanda vivía de ella y gracias a su consumo pudo superar fuertes hambrunas. A principios de XVIII se extendió por Alemania; a finales de ese mismo siglo, por Francia (R. N. Salaman, 134).
* Antes del descubrimiento de América, los mexicanos utilizaban las semillas de cacao como moneda. Una vez importado a España, se extendió por Europa a finales del siglo XVII para preparar alimentos y bebidas. De las semillas fermentadas y luego tostadas y molidas se obtiene el chocolate, cuyo consumo marca un hito del gusto gastronómico mundial.
* La judía, también llamada fréjol o alubia, es un componente gastronómico excepcional de muchos platos españoles, como la fabada asturiana.
* De la raíz grande y carnosa de la mandioca se extrae almidón, harina y tapioca. De la tapioca se hace una sopa nutritiva.
* El aguaturma o pataca es posiblemente la única planta –tubérculo feculento y fibroso– que América del Norte dio a Europa. Comenzó a usarse en el Viejo Continente sin mucha convicción en el siglo XVII. Hoy se utiliza para preparar algún plato antiguo, como el cuscús.
De esta enumeración –que representa sólo una décima parte de plantas autóctonas americanas importantes– se desprende que el proceso de aclimatación de plantas no sería muy difícil.
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Constantes históricas de la alimentación adaptada
La aclimatación concreta de las plantas feculentas, como el trigo, implica cinco constantes históricas (que pueden verse en R. L. Beals / H. Hoijer, 312):
Primera: la transición de una tecnología colectora a otra labradora. Los cereales «no sólo dan una recompensa mayor al esfuerzo realizado, sino que es más fácil almacenarlos durante períodos considerables de tiempo.
Segunda: «los cereales superiores en cualidades de rendimiento y almacenaje tienden a difundirse a otros pueblos, aun en el caso de que estos ya hayan aclimatado plantas productoras de fécula; por otro lado, las plantas menos apetecibles tienden a tener una distribución restringida».
Tercera: «en torno a la producción de cereales a menudo se agrupa la de otras plantas. A veces es evidente que estas se han desarrollado accidentalmente como una cosecha secundaria. Así, el centeno y la avena parece que surgieron en un principio como yerbajos en el trigo. Como era difícil con los métodos primitivos eliminar estas semillas parásitas, persistieron hasta que se encontró que para algunos fines incluso presentaban ciertas ventajas».
Cuarta: «el cambio hacia una alimentación basada en cereales causó una mayor demanda de sal, y ésta a su vez acarreó el desarrollo del comercio. La explotación de la sal se mantuvo en algunas regiones como una especialidad, y en las primeras edades de los metales las minas de sal de la Europa central eran uno de los más importantes centros industriales y comerciales».
Quinta: La horticultura suele frecuentemente llevarse a cabo con métodos muy ineficaces, agotando el suelo y provocando la emigración. «En las regiones de lluvias persistentes los minerales del suelo son lixiviados con rapidez y los campos quedan en seguida exhaustos. El cultivo de todos los horticultores es muy superficial y de ordinario los labradores deben roturar y cultivar nuevos campos cada muy pocos años. Cuando el terreno circundante está agotado, el poblado se dirige a un nuevo paraje; en consecuencia, muchos horticultores son tan migratorios como los pueblos colectores, aunque sus movimientos pueden ser más lentos y prolongarse durante muchos años».
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Tiempos y lugares de la domesticación y aclimatación
Parece ser que sólo los peruanos alcanzaron en América desde tiempos prehistóricos la técnica de fertilización del suelo.
Por lo que se refiere a la presencia de animales domésticos en los pueblos horticultores, ya dijimos que la primera domesticación de animales no fue realizada por ellos. Los cazadores paleolíticos utilizaban, por ejemplo, el perro. Pero es cierto que algunos animales domésticos «están asociados a varios tipos de horticultura, aunque no se usan como animales de tiro ni siquiera como una fuente importante de alimentos. El perro parece estar presente en casi todas partes, y en algunas áreas, como el Méjico anterior a la conquista, se criaba y cebaba especialmente para comerlo. En Africa, los horticultores poseen en diversa proporción gallinas, cerdos y ganado vacuno, lanar y cabrío. Las gallinas se suelen emplear primordialmente para la adivinación y el sacrificio, mientras que los cerdos, cabras y ovejas son poco empleados». El cerdo pudo ser atraído por las acumulaciones de basura en los alrededores de las aldeas agrícolas, con lo que se domesticó fácilmente.
Por lo que hace al tiempo y lugar de la transformación de las hierbas silvestres en cereales panificables, lleva razón Thomas Mann cuando afirma: «Nuestros documentos históricos abarcan casi siete milenios; en este tiempo no se ha utilizado ni domesticado ningún animal salvaje más. Esto viene de tiempo inmemorial. Y de tiempo inmemorial es también el cambio de las hierbas silvestres y estériles en cereales panificables. Con el mayor sentimiento, nuestra botánica se declara impotente para reducir a las plantas primitivas nuestros cereales, de los que se alimentaba también José (el de Egipto): la cebada, la avena, el centeno, el maíz y el trigo; y no hay pueblo que pueda gloriarse de haberlos desarrollado y cultivado por primera vez» (Tomas Mann, 26).
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La gran eclosión alimentaria posibilitada por la imaginación humana
1ª La técnica de «producción» de alimentos es la primera gran revolución positiva de los asuntos humanos o de nuestra civilización, pues despliega dos mecanismos mentales de primer orden: la previsión y la planificación. El hombre aumenta por vez primera la productividad de su entorno y controla la provisión de sus alimentos. Su espíritu se hace cada vez más dominador de la naturaleza. Se trata de una revolución lenta y nada espectacular, pero de enormes repercusiones. Con la invención del arado y el aprovechamiento de la tracción animal se desplegaron las mejores potencialidades del laboreo.
2ª Gracias al cultivo y al control de la provisión, una región pequeña puede alimentar a una población muy numerosa (K. Dittmer, 196).
3ª Con el incremento de la población se pudo sentir la escasez de tierra y la necesidad, para muchos, de buscar nuevas áreas cultivables. Si la horticultura se había arrastrado lánguidamente por Europa, la agricultura posibilitó una oleada de nuevos afincamientos.
4ª La agricultura condicionó también la estabilidad de los poblados, pues los campos podían cultivarse durante generaciones.
5ª Aunque los poblados que se formaban eran todavía pequeños, su estable asentamiento posibilitó un contacto estrecho y fluido entre ellos para ayudarse en tareas de gran envergadura (como la de provocar y controlar la irrigación de grandes extensiones) y para intercambiar mercancías. Floreció el comercio y la industria, especialmente la alfarería y el telar. Se adoptó el uso de vestidos de tela en lugar de los de piel.
6ª Con la oferta de mercancía y la natural transformación de pequeños poblados colindantes en ciudades surgió la necesidad de la administración pública y del régimen legal de la vida comunitaria. La vida política nació en ese instante y pronto maduró.
7ª El ejemplo más notable de esta transformación lo tenemos 3.000 años antes de Cristo en la zona de la antigua Sumer (Mesopotamia) donde los hombres se especializan y promueven nuevos inventos, apoyados en la rueda, la escritura y la metalurgia (de bronce). El agricultor, que había hecho posible al especialista, al comerciante y al minero, depende ahora de ellos. El pueblo se convierte en gran ciudad. Hacia el año 1.500 a.C. se llegó a descubrir el hierro; y las naciones que lo poseían se hicieron dominadoras.
8ª Lo que después ocurrió fue una prolongación sostenida –un refinamiento o una complejidad– de las técnicas y herramientas entonces descubiertas y aplicadas. El espíritu humano había ya realizado su primera gran revolución: la de conseguir inventivamente el alimento, mediante técnicas adecuadas de recolección, producción y almacenamiento.
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Anderson, E.: Plants, Man ad Life, Boston, Little, Brown, 1952.
Beals, Ralpf L. / Hoijer, Harry: Introducción a la Antropología, Madrid, Aguilar, 1967.
Cavalli-Sforza, L. L.: «La genetica delle popolazioni umane», Le Scienze, 1975 (14).
Dittmer, Kuntz: Etnología general. Formas y evolución de la cultura, México, FCE, 1960.
Mann, Thomas: Die Geschichte Jaakobs, Stockholm, 1949.
Palmieri, R. P.: Domestication and exploitation of livestock in the Nepal Himalaya and Tibet. An ecological, functional and culture historical study of Yak and Yak hybrids in society, economy and culture, Univ. Calif. Davis, 1959.
Salaman, R. N.: Salaman, Radcliffe N.: The History and Social Influence of the potato, New York, Cambridge Univ. Press, 1949.
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