
Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), «Niños comiendo melón y uvas». Con más apetito que hambre, los mozalbetes «regustan» el dulce melón y la uva madura. El azúcar y las vitaminas de estos productos son suficientes para regular y equilibrar el estado metabólico del organismo (efecto sobre el «hambre»), además de colmar el «apetito» con su sabor sobre las papilas gustativas linguales.
El impulso humano de alimentación
De una manzana recibimos sensaciones de diversas cualidades (olor perfumado, forma suave, etc.). Pero la manzana no es apetecida por ser un objeto bello, sino porque responde a mi necesidad de alimento, al impulso primario que siento de conservarme.
No obstante, esa necesidad no se encuentra en el hombre en estado puro, como en los meros animales, sino modificada por la experiencia inteligente y la vida social: permanece como orientación general, modificada o refrenada por la inteligencia; asimismo, la voluntad deliberada tiene el poder de amortiguar el efecto explosivo del impulso instintivo mediante un acto inhibitorio. El instinto de alimentación se hace plástico y multiforme al contacto con la inteligencia y la voluntad. Por eso el hombre, a diferencia del animal, adapta el instinto a la alimentación, y no la alimentación al instinto.
Cuestión distinta es la capacidad, meramente fisiológica, que el hombre tiene de resistir al hambre y a la sed: se ha comprobado que puede estar más de cuarenta días sin comer, pero tan sólo seis o siete días sin beber.
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El estado nutricional del individuo: metabolismo e hipotálamo
En el impulso alimentario hay un estado fundamental de necesidad, sentida inicialmente como hambre o como sed. La fisiología ha demostrado que el hambre está determinada por el metabolismo de los tejidos: estos sufren pérdidas que se traducen en una necesidad interior de suplirlas. Tal necesidad primaria se notifica como un malestar generalizado e ilocalizado, es decir, como una sensación de hambre o de sed.
El cambio de materia y energía entre el organismo vivo y el medio exterior se denomina metabolismo, el cual se realiza en un doble proceso: uno, de asimilación; otro, de desintegración.
Pues bien, la necesidad que se siente de comer o ingerir alimento es un fenómeno regulado desde un centro de control que recoge los mensajes venidos del medio interno corporal (en forma de sensaciones inmediatas o de estados vitales prolongados) y aplica automáticamente las medidas correctoras de las variaciones experimentadas, asegurando las funciones de nutrición. Es el sistema nervioso central, especialmente en sus centros hipotalámicos –una región del encéfalo situada en la base cerebral–. La sensación de hambre o sed motiva la conducta de comer o beber. Una vez cubierta la necesidad, desaparece también aquella sensación.
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Regulación nutricional a corto y largo plazo
En esos centros hipotalámicos del sistema nervioso central que regulan la conducta alimentaria se recogen dos informaciones:
Una, que proviene del sistema periférico, concretamente de la parte alta del tubo digestivo (boca y estómago), que sirve para regular a corto plazo la cantidad y calidad de la alimentación ingerida. Se trata de estímulos sensoriales, relativos al sabor, olor y aspecto de los alimentos; tales estímulos excitan o inhiben las sensaciones de hambre y saciedad, de apetito o desgana.
Otra, generada por los estímulos metabólicos internos que permiten un mecanismo de adaptación a largo plazo. Tales estímulos informan continuamente sobre el estado de nutrición del organismo, especialmente sobre el nivel de azúcar en la sangre.
El hipotálamo actúa como un sistema electromecánico de ida y vuelta, pues puede transmitir potencia a otro sistema. Primero, integra los mensajes sensoriales del medio biológico interno. Segundo, mantiene el equilibrio alimentario del organismo, activando o suprimiendo la adquisición de comida o bebida.
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Gana y saciedad
El hipotálamo contiene dos mecanismos, excitador e inhibidor, que regulan la nutrición: un centro de apetencia localizado en la zona lateral y un centro de saciedad localizado en la zona ventromedial.
El hipotálamo lateral está relacionado con el inicio de la ingesta. Es un centro activador del hambre y la sed. Por ejemplo, si un animal saciado es sometido en esta zona hipotalámica a estimulación eléctrica siente hambre y sufre un aumento de la insulina, del glucógeno y del ácido gástrico. Cuando el hipotálamo lateral padece una lesión, provoca hipofagia (disminución del hambre).
La zona ventromedial del hipotálamo es el centro de la saciedad. Si se estimula eléctricamente esta zona se inhibe el hambre y la sed, a la vez que se desencadenan respuestas antagónicas al metabolismo, mediante las cuales se forman sustancias más sencillas a partir de otras complejas, por oxidación y liberación de energía. Mas ciertas lesiones de esta misma zona provocan hiperfagia (aumento exagerado de hambre y sed) y, con ello, obesidad.
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