Frans Hals (1581-1666): «Músico con vaso de vino».

A mi modo de entender, quien realiza un discurso de ingreso en la Academia de Gastronomía, aunque debe seleccionar libremente su tema, habría de obedecer a dos exigencias generales: primera, a la pasión por las dimensiones subjetivas de aquello que es el centro de su atención, por ejemplo, emociones, imaginaciones, entusiasmos; y también al interés por los aspectos objetivos de ese centro atencional, por ejemplo, su historia, o su constitución, o su esencia real.

Pero ha de tener a la vez algo de emoción, de ciencia, de sabia elevación, de gracejo y elegancia, de gravedad y jovialidad. Un punto de regusto.

Eso sí, nadie debería medirse por este parecer mío que, a no dudar, es retórico; y probablemente nunca alcanzaría yo, personalmente, a satisfacer. Pero dicho está.