
David Emile Joseph de Noter (1818-1892): “A Maid In The Kitchen”. Este pintor belga adopta las escenas de la vida cotidiana que ya habían sido tratadas dos siglos antes por los pintores holandeses. Maneja equilibradamente el color y el dibujo, dejando plasmadas muchas ocupaciones serenas y vitales del hogar.
Beca de Honor
Queridas alumnas que cursais en los Centros de Estudio y Trabajo, el CET, de la Universidad de Navarra:
Al aceptar yo esta beca de honor que tan cariñosamente me habéis otorgado, he pensado inmediatamente en lo que significa vuestra entrega profesional a la causa de un servicio a las personas. Y me han venido a la mente las recomendaciones que se le hacen al protagonista de “La flauta mágica”, una ópera de Mozart, el gran músico austriaco.
Visto el argumento como simple relato, cuenta los avatares de Tamino, un príncipe joven que, extraviado en las montañas, ha perdido el sentido. Es auxiliado por unas jóvenes que lo llevan ante la Reina del Noche, quien le muestra el retrato de su hija Pamina, prisionera del mago Sarastro. Nada más ver el retrato, Tamino queda prendado de la hermosa Pamina y promete salvarla.
Para que pueda cumplir su esperanza, le regalan una flauta mágica y le piden que, mientras la toca, cumpla tres virtudes; le dicen: “Sé discreto, sé tolerante, sé constante”.
Son tres recomendaciones que, de cara al futuro, debe cumplir el que tensa su joven vocación.
En realidad le advierten: primero, sé discreto y no insensato; segundo, sé tolerante y no fanático; tercero, sé constante y no débil.
*
Una alumna del CET, una flauta mágica
Que uno sea discreto no significa que se quede en la mediocridad y en lo insignificante, sino que sea responsable, que tenga dominio de sí a la hora de exteriorizar sus deseos y pensamientos. Discreción es la virtud del pedagogo, del médico, del profesional que se implica en hacer felices a los demás y se obliga a guardar silencio sobre las cosas a él confiadas. Y se compromete a discernir los ritmos de la vida: lo que es preparación, lo que es plenitud y lo que es final. Quiere comprender las leyes internas que presiden el desarrollo de cada persona y de cada edad, sin atropellar los momentos oportunos, el ahora de cada ser.
Que uno sea tolerante significa dos cosas. Primero, que no sea fanático, es decir, que no vea mal a quien piensa de otro modo, que supere el egocentrismo y que no se crea el centro del mundo. Y eso no significa que sea indiferente ante la verdad, ni que refrene las decisiones que sean necesarias en su acción propia. El fanatismo es un entusiasmo ciego, sin visión real de las cosas. Por la verdad aceptamos la persona del otro y le ayudamos a que acierte en su vida. (Lamento que la palabra «intolerante» se haya convertido en un arma arrojadiza para desprestigiar, sin el menor reconocimiento, a personas e instituciones). Segundo, que sea firme sostén y ayuda en las cosas pesadas y difíciles. La palabra tolerante tiene una raíz latina, tolerare, que significa “soportar, cargar”; y viene del griego τάλαντον, “tálanton”, que significa “balanza que soporta y carga”. De esa raíz proviene el nombre del titán de la mitología griega Ἄτλας (“Atlas”), destinado a “cargar” o “soportar” el cielo sobre sus hombros. Ser tolerante implica ser un pequeño atlante, con la amable carga de ayudar a los demás, especialmente en sus momentos más críticos o difíciles.
Que uno sea constante significa que sea firme en la decisión tomada, que no ceda fácilmente ante lo primero que llega, que tenga fuerzas para mantenerse en pie y superar las seducciones que le empujan a desmantelar sus propósitos. Eso exige firmeza interna frente al humor, el cansancio y las vacilaciones; y firmeza externa frente a las fuerzas que pretenden derribarnos. Que uno tenga serenidad ante los reveses y muestre perseverancia en el bien.
*
Formación y disciplina personal
Tengo para mí que la discreción, la tolerancia y la constancia son virtudes de la propia formación y de la propia disciplina: juntas expresan la manera más sensata de superar la tendencia a evadirse de uno mismo eludiendo las cosas que nos están confiadas. La forma más diligente de oír a los demás y de acompañarles.
El argumento de esta ópera, La flauta mágica, ha sido interpretado de muchas maneras, que van desde la fábula poética al símbolo social. Sea como fuere, lo cierto es que confluyen en el relato todas las potencias espirituales: la imaginación, con su poder de transfigurar la naturaleza; la inteligencia con su diligencia para conocer las ocultas leyes de la vida; y la voluntad con su fuerza para vencer los obstáculos que se oponen a la libertad. Allí aparecen los grandes ideales del ser humano, el amor, la amistad, la integridad. Todo ello bajo las enormes tensiones que se cruzan en una lucha entre la luz y la oscuridad.
Sí, al menos esas tres notas de discreción, tolerancia y constancia pueden sacar musicalidad a la flauta mágica de una vocación de servicio a las personas, a una profesión llena de retos, como la vuestra.
Deja una respuesta