El perejil es, en singular, un digno condimento herbáceo. Pero «perejiles», en plural, recapitula yerbas y condimentos muy usados en cocina; incluso metafóricamente compendia títulos en la solapa de una persona: son sus perejiles.
Voy a contar, al propósito de este plural, una historia del rey Sancho I el Craso (o “gordo”), nieto de la Reina Toda de Navarra, nacida en el año 876 y casada con el rey de Navarra Sancho Garcés I, con el que tuvo siete vástagos. Una hija de esta reina, llamada Urraca, casó con Ramiro II de León; y de ese matrimonio nació el referido Sancho, quien antes de llegar a la plenitud de edad era ya muy gordo. Él heredó la corona de León. Pero los nobles vieron que la obesidad le impedía montar a caballo, incluso con ayudas; estaba incapacitado para capitanear las tropas. Lo depusieron; y entonces él acudió a su abuela navarra Toda, que sin tener ejército, era de armas tomar.
Esta señora tuvo noticia de los buenos médicos que ejercían en la corte andaluza del califa Abderramán, su sobrino. Tras viajar con su abuela durante siete meses a Córdoba, Sancho se puso en manos de un judío de gran saber dietético, Hasday Ibn Shaprut (915-970), oriundo de Jaén.
Sancho I inició una dieta severísima, obligado a comer poco y abundando en perejiles: hierbas insustanciales para él. Era lo que, para adelgazar, enseñaban las obras dietéticas de Hipócrates, Dioscórides, Galeno y del historiador Plinio. Además, el médico le obligó a que paseara con ligereza por el perímetro del palacio.
Don Sancho acabó perdiendo peso. Luego se dirigió a León y, con el apoyo del ejército árabe, subió al trono y reinó desde el 960 hasta el 966. Un éxito político, debido a la dieta buscada por doña Toda de Navarra.
Si desde nuestra perspectiva gastronómica recordamos este hecho, es porque existen hierbas infravaloradas, pero ya utilizadas como nutrientes en la Edad Media. Por ejemplo, el mismo perejil destaca por su poder “reparador”. Desde la baja Edad Media se cuenta que San Francisco de Asís se recuperó de una grave extenuación tomando “pan con perejil”.
En los actuales libros de cocina navarra hay decenas de recetas que mandan añadir perejil a la preparación de pescados, carnes, verduras y masas; porque, aparte de prestar un característico sabor con matices de cilantro, tiene excelencia dietética. Es rico en vitaminas que dan fuerza a los huesos, aporta fibra, antioxidantes, hierro y cobre, requeridos en el metabolismo normal. Y en eso socorrían muy bien las hierbas conocidas por los árabes: espinacas, acelgas, borrajas, verdolagas. Sancho I fue sometido a una “dieta de perejiles” que, sin ser quizás vegetariana estricta, tendría que ser rica en verduras y condimentos herbáceos no excitantes.
Aunque yo no aconsejería a nadie la “dieta franciscana”. Porque… «perejil en la salsa, y novia en la boda».
Publicado en «Diario de Navarra» (23-11-2018)
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