Categoría: 2.2 Dietética antigua y medieval (página 1 de 3)

Historia de la dieta, dieta hipocrática, las cosas generales que conservan, las cualidades de los alimentos

Perejiles para un rey glotón

Sancho I, Rey de León (956-958 y 960-965)

El perejil es, en singular, un digno condimento herbáceo. Pero «perejiles», en plural, recapitula yerbas y  condimentos muy usados en cocina; incluso metafóricamente compendia títulos en la solapa de una persona: son sus perejiles.

Voy a contar, al propósito de este plural, una historia del rey Sancho I el Craso (o “gordo”), nieto de la Reina Toda de Navarra, nacida en el año 876 y casada con el rey de Navarra Sancho Garcés I, con el que tuvo siete vástagos. Una hija de esta reina, llamada Urraca, casó con Ramiro II de León; y de ese matrimonio nació el referido Sancho, quien antes de llegar a la plenitud de edad era ya muy gordo. Él heredó la corona de León. Pero los nobles vieron que la obesidad le impedía montar a caballo, incluso con ayudas; estaba incapacitado para capitanear las tropas. Lo depusieron; y entonces él acudió a su abuela navarra Toda, que sin tener ejército, era de armas tomar.

Esta señora tuvo noticia de los buenos médicos que ejercían en la corte andaluza del califa  Abderramán, su sobrino. Tras viajar con su abuela durante siete meses a Córdoba, Sancho se puso en manos de un judío de gran saber dietético, Hasday Ibn Shaprut (915-970), oriundo de Jaén. Seguir leyendo

Beber vino: consejo del navarro Aroza

Villa de Garde, en el Roncal (Navarra). Iglesia de Santiago, s. XVI.

Villa de Garde, en el Roncal (Navarra). Iglesia de Santiago, s. XVI.

Diego de Aroza fue un médico navarro, nacido en la primera mitad del siglo XVII, natural de la localidad roncalesa de Garde. Estudió medicina en la  Universidad de Zaragoza, y obtuvo allí el grado de Doctor.
Ejerció como médico en las localidades oscenses de Alquezar, Benabarre, Arn, Lascuarre y Fonz.
En 1668 publica: «Tesoro de la excelencias y utilidades de la medicina y espejo del prudente y sabio médico.  Enriquecido con la Vida del Príncipe de Médicos y Médico de Príncipes Avizena» (Lérida, Juan Noguès). Es una interesante obra sobre la profesión médica, sobre su función social y sus cualidades morales. También recoge las vidas de Hipócrates y Galeno (recopiladas de diversos autores); añade un  capítulo de médicos, boticarios y cirujanos; así como lo más sentencioso de las epístolas familiares de Cicerón.

En el capítulo IX de este libro, Aroza nos invita a descubrir las muchas y muy grandes propiedades del vino, así como la utilidad y daño que causa la bebida refriada con nieve o con hielo. Habla también de los vinos adobados con yesos, cal y otros materiales de esta especie.

En realidad Aroza se limita a citar las doctrinas galénicas que los médicos medievales y renacentistas bien conocían. En general, pone poco de su propia cosecha. Pero refleja muy bien el saber de su tiempo acerca de estas materias.

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Dietética palaciega de los pequeños placeres

 

The Morning Chocolate (1775/80) by Pietro Longhi in the Museo del '700 Veneziano in the Ca' Rezzonico, Venice

The Morning Chocolate (1775/80),  Pietro Longhi in the Museo del ‘700. Venice

El placer del chocolate: los libros de Piperi y Lavedán

Expiraba casi el siglo XVIII con el boato de las cortes europeas y se preparaba la revolución francesa que eliminaría cabezas coronadas y otras menos laureadas. Se bebía té y café. El uso del tabaco se extendía cada vez más; y también se consumía abundantemente el chocolate.  Surgieron incluso versos que resumían la mejor manera gastronómica  de catar el chocolate:

El chocolate excelente
para que cause placer
cuatro cosas debe ser:
espeso
, dulce, caliente
y de manos de mujer.

Ese chocolate bien hecho llegó a ser el referente intelectual de la población. Se decía: «Las cosas claras y el chocolate espeso».

 El consumo continuo de chocolate producía obesidad en la sociedad pudiente; generalmente se estimaba buena la gordura. En la realidad social, los gordos eran los ricos. Pero muchos se dieron cuenta del peligro que, para la salud, podía ejercer el chocolate.

No obstante, los médicos alentaron muy tímidamente reducir grasas. Incluso atribuían al chocolate excelentes propiedades curativas.  Antonio Lavedán, de cuyo libro haremos mención, siguió las teorías de Louis Lémery, quien llegó a indicar que, como el chocolate repara y fortifica, la ingesta de chocolate podía curar la tisis (tuberculosis); así lo afirma en su Traité des aliments (París, 1702), que Lavedán conocía. Seguir leyendo

El influjo de la alimentación en los genes

Georgia O'Keeffe

Georgia O’Keeffe (1887-1986): “Fruto tropical”. Dentro de las tendencias modernistas americanas, le gustaba expresarse utilizando la línea, el color y el sombreado armoniosamente. Exploraba las posibilidades multicolores de la pintura de flores, paisajes y frutos, con especial atención a los verdes sensuales.

Nutrigenética

Aunque la nutrición estuvo siempre sujeta a experiencias e hipótesis plausibles, el rendimiento científico no ha sido completamente suficiente. La ciencia requiere  conocer hechos más exactos y, como contrapartida, aplicaciones médicas más seguras.

En los recientes estudios sobre alimentación humana viene cobrando interés, con todo derecho, el avance que supone pasar de la revolución química –que ha sido  la época clásica de la nutrición moderna– a la revolución genómica. La investigación nutricional está ya siendo pilotada por los avances en la genética y la genómica, la cual pone su foco de atención en la molécula.

Resulta que las diferencias en la respuesta dietética se debe a la existencia de un componente genético. De ahí que el interés científico se haya desplazado a las interacciones entre los genes y los nutrientes a escala molecular. Estas interacciones son dinámicas, y se mantienen desde la  concepción a la edad adulta.

Tal dinámica interactiva se desarrolla en función del ambiente en que se vive. En la ingesta alimenticia estamos expuestos al factor ambiental, el cual contribuye a la formación de hábitos dietéticos que tienen su expresión génica sobre un fenotipo específico.

La Nutrigenética aporta, en este punto, unos datos que son interesantes no sólo para la dietética, sino también para la filosofía de la alimentación, de la que normalmente me ocupo.

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Mesa y dietética medievales

Dieta: absorción y liberación de energía

El hombre necesita energía. El organismo humano se considera hoy como una estructura mecánica inestable que para subsistir ne­cesita apor­tes energéticos de hidratos de carbono, grasas y proteí­nas. La aportación calórica de estas sustancias no es inmediata: es necesario que, como com­bustibles, sean transformadas. Sólo por su combustión u oxidación en el seno de los tejidos los alimentos liberan la energía necesaria para que los procesos vitales se man­tengan. Se trata de un proceso similar a la libera­ción de energía que una sustancia produce cuando es quemada en un ca­lorímetro dentro de un laboratorio. Nutrición implica, pues, combustión, li­beración de energía y eliminación de productos, por ejemplo, a través de la orina. Al transformar o metabolizar alimentos en nues­tro interior, nos mantenemos calientes, obtenemos la cantidad de energía suficiente para conservar nuestra vida.

mesa_y_dietetica_medievales_juan_cruz_cruzSorprendentemente este lenguaje no está lejos del utilizado por los die­tistas medievales. Cierto es que ellos tenían un rudimentario modelo mecánico de explicación. Y desconocían qué es oxidación o anhídrido carbónico; o cuáles son las funciones exactas del bazo o del cerebro.

Pero intuían muchas cosas básicas sobre la nutrición que hoy sabemos a través de la experimentación científica. Digerimos para calentamos, decían. Y también ellos hablaron de combustión y energía.

Estimaban que había una relación muy estrecha entre la constitución del hombre y la constitución de los alimentos. Y procuraron establecer categorías dietéticas de esos alimentos, tal como se hace hoy en día. Dieron indicaciones muy precisas sobre ejercicios, baños y comidas para conseguir estar en forma. Lo mismo que hoy, querían conocer el tipo de productos ali­menticios, identificando sus cuali­dades y jerarquizando sus influ­jos sobre el hombre.

Pero, ¿no es esto lo que se propone la dietética actual? De acuerdo que ésta cuenta ya con un modelo matemático y con otras posibi­lidades de experimentación. Pero la intención parece ser la misma: con­trolar la energía que entra y sale del organismo, la cual tiene lugar me­diante una combustión.

A explicar esta combustión y su modelo medieval se dirige el presente libro, con el deseo de com­prender cómo entendían los medievales sus ne­cesidades de mante­nimiento y el efecto de los alimentos sobre su propio organismo.

Dioscórides define el agraz

Vitis vinifera L. Se extiende por toda la zona mediterránea y europea central.

Vitis vinifera L. Se extiende por toda la zona mediterránea y europea central.

Aclaración histórica

Nosotros conocemos el agraz como un condimento obtenido de la uva no madura. Ahora bien, en el periodo arcaico de los griegos no se menciona el agraz como un condimento, sino como un medicamento.

El primer texto sistemático que se conoce del agraz (o verjus) se encuentra en De Materia Medica  de Pedanio Dioscórides Anazarbeo (de  Cilicia, en Asia Menor, c. 40 – c. 90) : médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia. Practicó la medicina en la época del emperador Nerón. Fue cirujano militar y aprovechó sus viajes para buscar sustancias medicinales por todo el mundo conocido. La obra mencionada alcanzó una amplia difusión durante toda la Edad Media y el Renacimiento. Describe unas 600 plantas medicinales, unos 90 minerales y alrededor de 30 sustancias de origen animal. La obra fue traducida al árabe en el siglo IX, en Bagdad. Se imprimió por primera vez, en latín, en 1478; y al español por Andrés Laguna (1499 -1559), cuya edición es ya legendaria, por sus interesantes comentarios y adiciones que doblan el texto original.

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Agraz. (Omphákion) [Traducción del texto griego de Dioscórides]
Es zumo de uva psithía, aún no madura, o de uva amínna. Se debe exprimir el zumo antes de la canícula y luego solearlo dentro de un recipiente de cobre rojo tapado con un lienzo, hasta que se espese todo, mezclando a cada momento con el líquido lo que se vaya cuajando alrededor. Por la noche hay que apartarlo del sereno, ya que el rocío impide su condensación. Elige el amarillento y frágil, acerbo y mordaz a la lengua. Algunos condensan el zumo cociéndolo.

Mezclado con miel o con mosto, va bien para las amígdalas y para la úvula, contra las aftas, las encías blandas, los oídos supurantes; mezclado con vinagre, va bien contra las fístulas, las úlceras antiguas y las llagas invasivas. Se aplica también como lavativa en el caso de los que padecen disentería y flujos de la matriz. Provoca agudeza visual y va bien contra las asperezas de los ojos y las ulceraciones de los lagrimales. Reciente, se bebe también para no escupir sangre y en el caso de hemorragia. Se debe emplear mezclado, muy aguado y en poca cantidad, ya que quema bastante.
[La presente entrada sigue el «Dioscórides interactivo» de la Universidad de Salamanca] Seguir leyendo

Sobre alimentos funcionales

Pieter Aertsen (1508-1575) “Bodegón con carne y Sagrada Familia”. En primer plano se ofrecen al comprador los objetos de deseo: grandes piezas cortadas, patas de cerdo, sopas, cadenas de embutidos y aves de corral muertas. Pero en un segundo plano, se dibuja lo que puede frenar la glotonería: escenas religiosas que provocan un comentario sobre cuestiones de prudencia y actitudes frente a la vida.

Pieter Aertsen (1508-1575) “Bodegón con carne y Sagrada Familia”. En primer plano se ofrecen al comprador los objetos de deseo: grandes piezas cortadas, patas de cerdo, sopas, cadenas de embutidos y aves de corral muertas. Pero en un segundo plano, se dibuja lo que puede frenar la glotonería: escenas religiosas que provocan un comentario sobre cuestiones de prudencia y actitudes frente a la vida.

¿Permanentes o sustitutos?

En cualquier contexto histórico, el alimento no sólo cumple su misión por sus características nutricionales propias, las que cubren las necesidades básicas inmediatas del organismo, sino también por otros efectos complejos a largo plazo, atisbados muchas veces por una larga experiencia social, atenta a la naturaleza de ese alimento.

Lo que antes propiciaba la misma naturaleza es ahora ampliado  en gran escala por artificiales procedimientos químicos y físicos; y a tales alimentos bifaces (nutren y remedian),  se les llama hoy «funcionales». El hecho de que a estos alimentos le sean agregados componentes biológicamente activos –como antioxidantes, vitaminas, minerales, ácidos grasos y fibra–, en nada debería cambiar su función nutricional: pues sólo son fortificados para, en algunos casos, mejorar la salud y reducir el riesgo de contraer enfermedades. Por ejemplo, en Corea del Sur fueron introducidos (1980) para mejorar la calidad de vida de la población y cubrir deficiencias pandémicas. Entran en este tipo de alimentos los cereales, los lácteos y también los alimentos de diseño.

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Gerodietética antigua: de calores y fríos

MARIANO J. M. B. FORTUNY, 1838-1874: “Viejo al sol” (Museo del Prado). En el cuadro se resalta el naturalismo de la figura: el declive de la piel y los músculos caídos por la edad, expuestos al calor de las primeras luces de la mañana. Aunque la imagen sea posiblemente la de un mendigo, el asunto está tratado con elegancia, sin caer en la retórica de la pobreza. Con pinceladas rápidas y resueltas –toques de color que hacen contrastar las zonas de luz y sombra, sin apenas contornos– el artista nos muestra la figura del anciano recortándolo ante un fondo neutro para acentuar sólo algunos contrastes, bañándolo con una espléndida luz solar, en la que el hombre se siente feliz, disfrutando del momento, como se aprecia en su expresivo rostro. En el torso y los brazos también hallamos el paso de la edad. La pintura refleja la particularidad del gesto del rostro, donde el anciano manifiesta su ánimo sereno y radiante. El cuadro transmite dinamismo y fuerza, con sensaciones e impresiones vivas en las carnes del anciano.

MARIANO J. M. B. FORTUNY, 1838-1874: “Viejo al sol” (Museo del Prado). En el cuadro se resalta el naturalismo de la figura: el declive de la piel y los músculos caídos por la edad, expuestos al calor de las primeras luces de la mañana. Aunque la imagen sea posiblemente la de un mendigo, el asunto está tratado con elegancia, sin caer en la retórica de la pobreza. Con pinceladas rápidas y resueltas –toques de color que hacen contrastar las zonas de luz y sombra, sin apenas contornos– el artista nos muestra la figura del anciano recortándolo ante un fondo neutro para acentuar sólo algunos contrastes, bañándolo con una espléndida luz solar, en la que el hombre se siente feliz, disfrutando del momento, como se aprecia en su expresivo rostro. En el torso y los brazos también hallamos el paso de la edad. La pintura refleja la particularidad del gesto del rostro, donde el anciano manifiesta su ánimo sereno y radiante. El cuadro transmite dinamismo y fuerza, con sensaciones e impresiones vivas en las carnes del anciano.

Equilibrio dietético y complexión natural

Los alimentos contienen las propiedades químicas elementales. En la Edad Media se consideraba, por ejemplo, que la carne de volátiles era más seca, más ligera y digerible que la de cuadrúpedos y, por tanto, no sería pesada para el organismo. El funcionamiento del cuerpo humano estaría garantizado por el gasto de «calor innato» y de «humedad radical», los cuales se van consumiendo con el ejercicio habitual. Si se hacen esfuerzos excesivos, puede desecarse la «humedad radical» y sobrevenir una vejez anticipada. Y si se come de manera exagerada puede alterarse el grado natural del «calor innato» por un proceso de ebullición o de putrefacción.

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Proporción de contrarios

El tratamiento dietético, para los sujetos que tienen roto el equilibrio de su complexión, había de hacerse fundamentalmente por los contrarios, siguiendo el principio alopático contraria contrariis; así, el órgano que enferma por exceso de calor ha de ser tratado con alimentos de naturaleza fría, etc. Por ejemplo, una enfermedad de la sangre –cuyo humor es caliente, húmedo y dulce– debe ser combatida con alimentos fríos, secos y amargos; mas si la enfermedad proviene de la flema –que es fría y húmeda– se deben administrar alimentos dulces, cálidos y secos. Seguir leyendo

Leche de almendras en la culinaria antigua

 

Vincent Van Gogh: "Almendro en flor" (1890) tiene una influencia de grabados japoneses. Las ramas del árbol contra el fondo de un cielo azul es una composición muy dinámica, pues anuncia el comienzo de primavera y nueva vida.

Vincent Van Gogh: «Almendro en flor» (1890) tiene una influencia de grabados japoneses. Las ramas del árbol contra el fondo de un cielo azul es una composición muy dinámica, pues anuncia el comienzo de primavera y nueva vida.

La almendra y su leche

La almendra figura en la cocina bajomedieval y renacentista como un producto imprescindible; muy especialmente bajo la forma de “leche de almendras”.

No es infrecuente leer que la voz “almendra” viene del árabe, pareciendo que ahí se encuentra el artículo árabigo “al”. Viene, sin embargo, del griego “amígdala”. El italiano quitó la “a” inicial y la llamó mendola; el castellano trocó esa “a” por “al” y añadió el detalle de la “r”. De la naturaleza y calidad del “almendro” habló Dioscórides (1, cap. 139) y después Laguna. En hebreo el almendro se llama “el velador o madrugador”, por su temprana floración.

Desde el punto de vista culinario, la almendra fue utilizada por la relativa facilidad con que se pliega a cubrir las distintas necesida­des gastronómicas y dietéticas, siendo múltiples sus funciones: es fruta, es leche, es salsa, es pasta, es aceite, es caldo y es harina para ligar. Se sabía que contenía aceite (hoy decimos que tiene el 55% de lípidos) y que era de buen mantenimiento (20% de prótidos, 17% de glúcidos).

El cocinero renacentista Rupero de Nola podía hacer leche de almendras mezclando, por ejemplo, en diez litros de agua dos kilos y medio de almendras dulces machacadas y –dependiendo de las aplicaciones a que se destinara– hasta un kilo y medio de azúcar o de miel, añadiéndole una mondadu­ra de naranja; a continuación se hacía hervir moviéndola de vez en vez con un palo hasta que su volumen se redujera a la mitad; luego se filtraba y se dejaba enfriar, quedando así lista para ser aplicada a distintas preparaciones. Seguir leyendo

Agua rosada en la culinaria medieval

Berthe Morisot (1841-1895): "Rosaleda"

Berthe Morisot (1841-1895): «Rosaleda». Esta pintora impresionista, de gran agudeza colorista, expresaba la inmediatez de la vida normal. De pincelada libre y rápida, trata delicadamente la atmósfera con el color, proponiendo una pintura etérea, que transmite alegría de vivir.

La culinaria griega y romana

Muchos platos medievales y renacentistas debían tener un cierto regusto a rosas. Lo testimonia el uso frecuente del agua rosada como condimento. Se obtenía des­tilando rosas.

Ya el griego Dioscórides des­cribía un procedimiento para conservar el olor de las rosas en pastillas. Y desde antiguo estuvo la rosa con mucha frecuencia presente en la cocina europea. Por ejemplo, el libro romano de Caius Apicius (De re coquinaria) da una receta de vino de rosas: «Se cogen hojas de rosas y, una vez quitada la base blanca del pétalo, se ponen en ristras y se introduce la mayor cantidad posible en vino, durante siete días. Transcurridos los siete días, sacas las rosas del vino y, del mismo modo, pones en ristras otras frescas, las dejas reposar en el vino durante siete días y después las retiras. Lo vuelves a hacer por tercera vez; por último, sacas las rosas y cuelas el vino. Cuando se quiera beber se le añade miel, y así se con­sigue el vino de rosas. Hay que tener buen cuidado de poner rosas de excelente calidad y no húmedas de rocío»[1].   Apicio presenta tam­bién con rosas un aceite, un plato de sesos y un dulce. Esta ten­dencia romana a la aromatización culinaria con rosas pasó a la cocina bizantina y de ésta a la persa y árabe. Seguir leyendo

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