El impulso humano de alimentación
De una manzana recibimos sensaciones de diversas cualidades (olor perfumado, forma suave, etc.). Pero la manzana no es apetecida por ser un objeto bello, sino porque responde a mi necesidad de alimento, al impulso primario que siento de conservarme.
No obstante, esa necesidad no se encuentra en el hombre en estado puro, como en los meros animales, sino modificada por la experiencia inteligente y la vida social: permanece como orientación general, modificada o refrenada por la inteligencia; asimismo, la voluntad deliberada tiene el poder de amortiguar el efecto explosivo del impulso instintivo mediante un acto inhibitorio. El instinto de alimentación se hace plástico y multiforme al contacto con la inteligencia y la voluntad. Por eso el hombre, a diferencia del animal, adapta el instinto a la alimentación, y no la alimentación al instinto.
Cuestión distinta es la capacidad, meramente fisiológica, que el hombre tiene de resistir al hambre y a la sed: se ha comprobado que puede estar más de cuarenta días sin comer, pero tan sólo seis o siete días sin beber.