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Todo un programa de dieta integral

Entre los términos que la cultura griega nos dejó figura «holístico»  (hólon significaba un «todo»). Frecuentemente han sido los filósofos quienes han utilizado «holismo» como doctrina que propugna la concepción de cada realidad como un todo distinto de la suma de las partes que lo componen. Ese término ha entrado acompañando a la dietética, en este libro de la periodista Marisol Guisasola, confeccionado con la autoridad de varios profesores de la Universidad de Navarra (como Javier Salvador, Gema Frühbeck, Fernando Rotellar, Camilo Silva y otros más). Dieta holística significa, pues, dieta integral, la cual enfoca a la persona en su totalidad, y no como una suma de partes aisladas. Más o menos es lo que pensaban los dietistas altomedievales, hace ya varios siglos.

La buena intención de este libro se expresa en el subtítulo: “Adelgaza con seguridad y éxito comiendo de todo”; pretende dar las claves (¡brava aspiración!) para que cualquier persona diseñe un plan total  de alimentación y estilo de vida que le permita controlar el peso a largo plazo y mejorar su salud y bienestar. Dice la autora: «El libro propone justo lo contrario de las dietas milagro, tan en boga en la actualidad: un plan saludable y vivible, basado en nuestras tradiciones nutricionales pero que incorpora los últimos hallazgos de la ciencia en torno a la obesidad y es totalmente compatible con el estilo de vida actual, tanto individual como familiar».

Es de aplaudir que los avances más recientes en la investigación de la obesidad entren en el saber de todos. Tales avances demuestran que el exceso de tejido adiposo, lejos de ser un material inerte, constituye una extraordinaria fuente de producción de hormonas y otros mediadores químicos que están en el origen del desarrollo de muchas enfermedades asociadas a la obesidad. Solo obteniendo una visión lo más real posible de los factores cotidianos que día a día favorecen el desarrollo de la obesidad y que ocasionan sus complicaciones será posible diseñar, con la mayor concreción individual, una estrategia de tratamiento que tenga las máximas garantías de éxito.

De una manera sencilla La dieta holística explica todo lo nuevo e interesante en obesidad y nutrición, los tipos de obesidad, las grasas saludables, la relación entre personalidad y alimentación, los trastornos de la conducta alimenticia, problemas que favorecen el exceso de peso, etc. También trata de los alimentos que deben componer una despensa saludable, de cómo cocinar de forma sana controlando las calorías, de ejercicios sencillos que mejoran el metabolismo: en fin, lo mismo que pretendían aquellos medievales, pero con conocimientos científicos más exactos.

 

Hambre y apetito

Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), "Niños comiendo melón y uvas". Con más apetito que hambre, los mozalbetes "regustan" el dulce melón y la uva madura. El azúcar y las vitaminas de estos productos son suficientes para regular y equilibrar el estado metabólico del organismo (efecto sobre el "hambre"), además de colmar el "apetito" con su sabor sobre las papilas gustativas linguales.

Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), «Niños comiendo melón y uvas». Con más apetito que hambre, los mozalbetes «regustan» el dulce melón y la uva madura. El azúcar y las vitaminas de estos productos son suficientes para regular y equilibrar el estado metabólico del organismo (efecto sobre el «hambre»), además de colmar el «apetito» con su sabor sobre las papilas gustativas linguales.

El impulso humano de alimentación

De una manzana recibimos sen­saciones de diversas cualidades (olor perfumado, forma suave, etc.). Pero la manzana no es apetecida por ser un objeto bello, sino por­que responde a mi necesidad de ali­mento, al im­pulso primario que siento de conservarme.

No obstante, esa necesida­d no se encuentra en el hombre en estado puro, como en los meros anima­les, sino modificada por la experiencia inteligente y la vida social: permanece como orienta­ción general, modificada o refrenada por la inteligencia; asimismo, la voluntad de­liberada tiene el poder de amortiguar el efecto explosivo del impulso instintivo mediante un acto inhibitorio. El instinto de alimentación se hace plástico y multiforme al contacto con la inteligencia y la voluntad. Por eso el hombre, a diferencia del animal, adapta el instinto a la alimentación, y no la alimentación al instinto.

Cuestión distinta es la capacidad, meramente fisiológica, que el hombre tiene de resistir al hambre y a la sed: se ha comprobado que puede estar más de cua­renta días sin comer, pero tan sólo seis o siete días sin beber.

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La distorsionada imagen social del pan

Fernando Botero ha sabido captar en sus mujeres gordas lo que hay en el subconsciente de las personas que están continuamente recibiendo mensajes subliminales para adelgazar. La persona acaba sintiéndose impresentable, gorda y espesa (“Yo soy así”), como Cecilia, la figura femenina de Botero, la cual gravita mágicamente en una mente humana seducida por la propaganda lipofóbica

El pan del imaginario social

El Instituto Nacional de Consumo (INC) ha editado una guía práctica, elaborada por CECU, sobre “Falsos mitos alimentarios”; uno de esos mitos es que “el pan engorda”. Y efectivamente es un mito, pero debido a una actitud de ignorantes. ¿A qué se debe esa actitud?

Los distintos y frecuentes mensajes alimentarios que un sujeto recibe del exterior apuntan la mayoría de las veces al fenómeno estético de la delgadez, cuyo enemigo declarado parecería que estuviera en el pan.

Pero, ¿engorda el pan? Esta vez es el imaginario social (las imágenes y los mensajes publicitarios que perviven en el inconsciente) el que traiciona al sujeto.

Se nota hoy un entusiasmo por los regímenes hipocalóricos, que son alabados por la prensa, pero que no tienen ninguna ventaja y presentan inconvenientes en relación con un equilibrado régimen calórico de glúcidos y prótidos.Los médicos saben que en una persona cuyo peso sea estable y la actividad física regular, la restricción de pan es una «catástrofe de la moda», pues la absorción regular de pan es un factor muy económico de equilibrio y de placer gustativo.

Ahora bien, la civilización que nos ha precedido, la de la Europa campesina, se alimentaba casi exclusivamente de pan. Según los países y las épocas, se comían entre 500 gr. y 1.200 gr. al día. El «resto», es decir, las carnes y las grasas, no constituían más que acompañantes de comidas de fiesta. Seguir leyendo

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