
Diego Velázquez (1599-1660), “Cristo en casa de Marta y María”. Al fondo del cuadro, y a través de una ventana, se ve a Cristo conversando con Marta y María. El esmero con el que la joven cocinera va preparando los ingredientes se patentiza en el vigilante dedo de la anciana que advierte los pasos que deben seguirse. En la cocina se dispone con amor y cuidado la comida que se va a servir a la persona de Cristo.
Puri Tafalla Peñalver, natural de Orihuela, es profesora de cocina familiar en su propia pequeña escuela. Tiene una especial intuición para las cosas importantes de la cultura gastronómica. Y dice que la «fábrica» la lleva puesta. Me envía un fino comentario sobre el papel del cocinero en la confección final de una receta. Y lo voy a reproducir, porque es muy cierto y profundo.
«Dice una historia Zen que Ikiu, jefe del Daitoku-ji, el templo más bello de Kioto, solía ser descuidado en el vestir. Aunque era un príncipe, no lo parecía por su apariencia. Un día fue invitado por un hombre muy rico a un banquete de conmemoración de sus antepasados. Ikiu se presentó tal y como era y cuando llegó, los criados confundiéndolo con un mendigo, lo echaron.
Entonces Ikiu volvió al Templo y por primera vez se vistió como un príncipe, con un hábito violeta, dorado y blanco y unos zapatos igualmente blancos.
Vestido así volvió a la casa del hombre rico, donde le estaban esperando. Seguir leyendo