El aprovechamiento casero de las plantas comestibles que pueden cultivarse en el propio jardín es uno de los factores culturales más evidentes que podemos encontrar en la familia: todos, grandes y chicos, pueden colaborar en esa grata tarea. Por ejemplo, en la que esbozo a continuación.
Una planta silvestre
Desde finales de la primavera y durante todo el verano, hasta bien entrado el otoño, las chumberas de mi patio baezano ponen un punto ceñudo en el sutil colorido de rosales, claveles, jazmines y trepadoras buganvillas.
Como tantas cosas que nos vinieron con el Descubrimiento, la chumbera, originaria de México –en cuyo escudo figura–, fue traída a Europa en el siglo XVI por los españoles, extendiéndose luego por todo el Mediterráneo.
En cuanto a preferencias lingüísticas me gusta menos su nombre vulgar que el científico opuntia, que nadie utiliza. Los demás nombres que se le dan –nopal, tuna, pita– apenas se usan por aquí. En cualquier caso no valen para ocultar sus agudas y rabiosas espinas ni para exhibir la morbidez de su dulce fruto: el peculiar higo chumbo. Seguir leyendo