Frans Snyders (1579-1657): “La frutera”. Ejecutó con gran habilidad y espíritu escenas de mercados y despensas. Fue muy apreciado por Rubens, con quien colaboró.

En muchos de sus poemas Lope describe con la palabra exacta las sensaciones táctiles, gustativas y olfativas que completan el regusto gastronómico.

Realiza una facunda pintura de frutas, procurando indicar las notas de color, olor, textura y sabor, bajo el adorno de una lírica pura. ¿Quién podría despreciar las melosas uvas y las acerbas ciruelas, o los duros nísperos y las flojas brevas, o la olorosa cermeña y los lanudos membrillos? En tal sentido, Lope es un maestro de la literatura gastronómica, como lo demuestran los tres poemas que he seleccionado.

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Félix Lope de Vega: «El Isidro«, Canto VI, Madrid, 1599.

Se trata de una obra escrita en obsequio de San Isidro Labrador, por lo que Lope describe en pormenor los frutos que un labrador puede sembrar y recoger en su propia tierra. El poeta atiende no sólo a la hermosura del verso, sino también a la verdad de la historia y de su circunstancia geográfica: cosechas, frutos, racimos y todo tipo de primicias hortofrutícolas.

Utiliza el verso corto, tan propio de lo español, lleno de una gracia incomparable: nuestras castellanas y dulces quintillas. Lope quiso expresar la fértil labranza de un Isidro que, tras los bueyes y arado, fue el más alto enamorado de cuantos tratan de amor. Y justamente junto a Isidro lanza otro labriego los siguientes requiebros a su amada, envueltos en el símbolo de los frutos del campo:

Tuvieras blancas cestillas,
no de toscas maravillas,
mas de frutas sazonadas
de estas huertas cultivadas
y de estas verdes orillas. Seguir leyendo