La profesión de mi dietista parece que articula al menos cuatro elementos subjetivos: la vocación, la competencia, la consagración y el compromiso. En todos ellos se refleja su libertad. Mi dietista es, en primer lugar, libre de responder a su vocación, libre para realizarla con competencia científica, libre para consagrarse a su ejercicio y libre para asumir el compromiso de las exigencias del bien común.
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Vocación
Estoy convencido de que la vocación es el llamamiento que hace la naturaleza individual, con su temperamento y su carácter, con sus dotes físicas y psíquicas, para realizarse de una determinada manera, en una actividad concreta. La conciencia recibe esta llamada como una atracción o inclinación y como una garantía de que su íntimo gusto o satisfación se puede conseguir obedeciéndola libremente.
La «congruencia total» entre el aspecto natural y el aspecto libre casi nunca se da de una manera espontánea, ni se origina en el primer contacto con la vida. Puede iniciarse con la mera no repugnancia hacia la actividad ejercida; el resto de la vocación (excitación de actitudes dormidas, intensificación de facultades ya actualizadas, promoción de condiciones externas que faciliten el despliegue de la profesión, etc.) va a depender de la libertad. Y por ello es preciso que libremente también sean creados o provocados los atractivos de la vocación. Esta tiene de necesario sólo su dimensión germinal; pero su brote y eflorescencia son obra de libertad. Sin confianza en el futuro de una libertad que va recobrando sobre nuestras facultades y capacidades para mejorarlas y habitualizarlas en direcciones concretas no podrá el dietista sentir nunca con gozo el desarrollo de la vocación. Seguir leyendo