Al calor del fuego
La cocción de alimentos es un fenómeno cultural que ha tenido una influencia decisiva en la fisiología y en la morfología del hombre. Cocer es hacer comestible un alimento crudo sometiéndolo a ebullición o a la acción del vapor, o sea, sometiéndolo a la acción del fuego en un líquido para que comunique a éste ciertas cualidades. Pero antes de ser hervido, el alimento fue asado.
Los hallazgos arqueológicos en los yacimientos más importantes del hombre primitivo delatan que la técnica del asado fue la más usada en pueblos de recolectores-cazadores. Los antropólogos estiman probable que el descubrimiento del asado fue accidental o azaroso: por ejemplo, un rayo cae sobre un bosque y quema algunos de sus animales; estos, al ser consumidos por curiosidad, muestran unas cualidades gastronómicas nuevas e insospechadas.
Por tanto, el hombre primitivo estimaría inicialmente que no se puede desperdiciar un buen trozo de carne o un tubérculo arrojándolos al fuego. El gusto por la carne asada se iría adquiriendo culturalmente. Los descubrimientos arqueológicos hechos en las grutas o en los asentimientos de los hombre más primitivos, representantes del Homo erectus, y que datan de hace un millón y medio de años, muestran que la carne fue asada en esos sitios. Se han encontrado allí igualmente restos de fuego, donde según todas las apariencias se asaba la carne.
Las ventajas de lo hervido
Asimismo, es imposible que las ventajas de la cocción, utilizando un intermediario como una vasija o algo similar, fueran reconocidas inmediatamente por los hombres primitivos. ¿Qué ventajas son esas?
Tres principalmente:
–primera, destruye las toxinas, las bacterias y los parásitos que se encuentran en los alimentos;
–segunda, hace más digestivas las proteínas de la carne y del pescado;
–tercera, permite la digeribilidad de la celulosa y el almidón natural: el sistema digestivo humano no puede ingerir la celulosa y el almidón natural que constituyen lo esencial de la mayoría de las plantas alimenticias; pero el calor hace estallar la membrana de las células de celulosa y transforma la fórmula química del almidón que, bajo forma de azúcares, se hace más digestiva.
Por estas tres ventajas, bien se puede decir que la cocción es una cierta predigestión en el exterior del cuerpo. Estas ventajas únicamente pueden ser conocidas paulatinamente, por tanteos y experimentos. Luego sólo a través de una larguísima evolución es explicable la preferencia que los humanos tienen por los alimentos cocidos, los cuales son, muy probablemente, de invención reciente.
El hallazgo de lo hervido
A diferencia de lo que ocurre con lo asado, muchos antropólogos consideran improbable que el azar interviniese en la invención de la cocción en agua. Se dice que, en primer lugar, el agua borbollante es un fenómeno natural raro y que, en segundo lugar, es difícil de ser reproducido por los hombres si falta un continente que sea a la vez impermeable y resistente al fuego. Se ha creído durante mucho tiempo que la cocción en agua tuvo que esperar, para realizarse, a la invención de la alfarería, cosa que ocurrió en el Próximo Oriente hace unos 9.000 años.
Quizás en estas apreciaciones no se ha tenido en cuenta que aguas hirvientes, por ejemplo, había en la tierra de manera relativamente abundante, como en las fuentes termales y en los geiser. Y además hay algunos hechos de extremada naturalidad que pueden acaecer azarosamente sin buscarlos previamente. Por ejemplo, el hombre primitivo recoge unos peces o unos cangrejos y los echa en una concha de tortuga que le sirve de cesto. Trasporta esta vasija a su campamento, donde brilla el fuego de la hoguera; deja cerca de ese fuego la vasija bien tapada para evitar que los animales se acerquen y atrapen su contenido. Entretanto algunos leños han saltado al lado de la vasija, poniendo en punto de ebullición su contenido. A las pocas horas el hombre recoge el caparazón y al intentar comerse la pesca se da cuenta de que, todavía caliente, se ha transformado su sabor, se ha hecho más tierna y que incluso… ha obtenido un jugo exquisito. Lo mismo podría haber ocurrido con la carne.
El genio humano, atento a los avatares azarosos
De hecho el genio humano está muy atento a todo lo que la naturaleza puede enseñarle; por ejemplo, la utilización de caparazones de tortuga o conchas de grandes moluscos para guardar lo recolectado o pescado. También la proximidad a un geiser, a una fuente termal de origen volcánico, pudo dar pie para una técnica compleja: cavar un hoyo que se circunda interiormente con piedras ligadas con arcilla para impedir las fugas, y que se llena de agua. Se le arroja piedras incandescentes para calentarla, piedras que se renuevan para mantener la temperatura elevada. Por este método los pueblos que no conocían las vasijas resistentes al fuego llegaron sin embargo a variar sus modos de cocción. Hace medio siglo los antropólogos encontraron tribus primitivas que echaban sus alimentos sobre piedras previamente calentadas y echadas en un horno de tierra; o bien los hacían hervir en vasijas de madera llenas de agua, en las cuales sumergen las piedras incandescentes. De camino, el uso del fuego les enseñó también aprovechar el humno, suspendiendo por ejemplo el pescado por encima del fuego. Con el fuego, los primitivos explotaban bien las posibilidades de su medio y obtenían una cocina variada y, con ello, una gastronomía aceptable.
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