El hombre consume entre 75.000 a 100.000 comidas en el curso de su existencia; eso significa que consagra a ese menester entre 13 y 17 años de su vida consciente o vigil. Por lo que no es un lujo ocioso volver los ojos a esta actividad.

Indicar la función de todas las liturgias, tanto religiosas, como políticas o sociales, inscritas en un sistema concreto de símbolos, de valores y de creencias, es el objetivo que se propuso Léo Moulin al componer Les liturgies de la table. Une histoire culturelle du manger et du boire (Fonds Mercator, Albin Michel, 1989, 424 pp). Aunque el libro no es reciente, mantiene toda su actualidad.

Moulin enfoca las liturgias encaminadas especialmente a exaltar el deseo profundo del vivir comunitario, sea duradero o episódico; en el caso de la mesa, tales liturgias evitan que la convivialidad se transforme en promiscuidad.

El grueso libro de Léo Moulin traza la historia de los principales alimentos, su destino culinario y, sobre todo, el conjunto de los rituales que presiden esa forma de “comunión esencial” que es la comida.

Participar en una comida supone obedecer a una serie de reglas, culturales y pragmáticas, que el autor explica situándolas en el contexto mismo en que se imponen.

Léo Moulin no se ha olvidado de tratar las bebidas, el café, el chocolate, el champán, el vino, la cerveza y los alcoholes fuertes, temas examinados en una parte importante de la obra.

El libro, ilustrado con una iconografía suntuosa,  acaba con una abundante bibliografía, que incluye 400 títulos. Algo así como una biblia de la convivialidad cultural.