
“Sacrificio de un cerdo”: siglo V a.C. Cerámica pintada en la antigua Grecia (Museo Nacional del Louvre).
Cosas de poetas
Entre la variopinta correspondencia literaria que a veces mantienen los poetas, nos encontramos con dos vates contemporáneos. Me refiero al cubano Nicolás Guillén y al gaditano Rafael Alberti. Ambos se refieren, en tono de burla y guasa, al cerdo con muy medidos versos castellanos, alabando la calidad gastronómica del jamón, capaz de hacer bueno el vino segundón.
Ya los poetas del Siglo de Oro sabían de las gracias gastronómicas del jamón; concretamente Lope de Vega (Epístola al Contador Gaspar de Barrionuevo) alaba el curado en la Sierra de Aracena:
Jamón presuto de español marrano
de la sierra famosa de Aracena
adonde huyó del mundo Arias Montano.
Se refiere al cerdo ibérico, con el que las buenas gentes del pueblo dieron forma a una pulida cultura gastronómica. Jamón presuto (del término latino praesuctus) era el jamón “curado”, al que se le había sacado la humedad.
Otras veces entra el jamón (o tocino) en el verso con modos maliciosos, como los que usa Quevedo para mofarse de la posible ascendencia judía de Góngora, reflejando cruelmente que los judíos no comen cerdo por prescripción religiosa:
Yo te untaré mis obras con tocino…
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas cual mozo de camino.
*
Un poema a Rafael Alberti
El origen de la aludida correspondencia está en el hecho de que, primero, Nicolás Guillén dedicó al poeta Rafael Alberti un soneto en el que virtualmente le entregaba un jamón:
Este chancho en jamón, casi ternera
anca descomunal, a verte vino,
y a darte su romántico tocino
gloria de frigorífico y salmuera.
Quiera Dios, quiera Dios, quiera Dios, quiera
Dios, Rafael, que no nos falte el vino,
pues para lubricar el intestino,
cuando hay jamón, el vino es de primera.
Mas si el vino faltara y el porcino
manjar comerlo en seco urgente fuera,
adelante comámoslo sin vino,
que en una situación tan lastimera
como dijo un filósofo indochino
aún sin vino, el jamón es de primera.
*
Un poema a Nicolás Guillén
Por su parte, Rafael Alberti le contestó agradecido, y muy ingeniosamente, con otro soneto que incluye, además del vino, una botella de champaña y unos huevos fritos con patatas:
Hay vino, Nicolás, y por si fuera
poco para esta nalga de porcino,
con una champaña que del cielo vino
hay los huevos que el chancho no tuviera.
Y con los huevos, lo que más quisiera
tan buen jamón de tan carnal cochino,
las papas fritas, un manjar divino
que a los huevos les vienen de primera.
Hay mucho más, el diente agudo y fino
que hincarlo ansiosamente en él espera
con huevo y papa, con champaña y vino.
Mas si tal cosa al fin no sucediera
no tendría, cual dijo un vate chino,
la más mínima gracia puñetera.
Alberti, como se puede apreciar, es más socarrón que Guillén. Y se atreve a calificar con expresión desgarrada la situación de no tener vino para acompañar el jamón. Todo un detalle.
Y ambos poetas apuntan a los sinónimos que, en cada caso, abren una ventana de sabor al hambre despertada por el regalo que consistió en pernil: chancho, cochino, gorrino, marrano, puerco, tocino…
Personalmente estoy con los dos poetas, resignados a no probar el vino: bastaría con el buen solitario jamón (Guillén) o con el menú de Alberti: jamón con huevos fritos y patatas.
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