El factor físico-químico que da lugar al «hambre»
Hay un factor físico-químico generalizado que da lugar al «hambre». Este factor es el desequilibrio trófico de los tejidos. De modo que el sustrato químico del hambre es la pobreza de la sangre en elementos necesarios para la nutrición. Para recuperar el equilibrio, en caso de necesidad imperiosa o extrema, el hombre come lo que sea: come para vivir. De una manera penetrante expuso ese estado Knut Hamsum, el premio Nóbel de Literatura de 1920, en su novela «Hambre«, de la que he seleccionado los principales textos al caso. Esta es la manifestación del hambre: un estado somático pungente inducido por la privación de alimentos y que, si es prolongado, puede provocar náuseas y espasmos cuando se intenta saciar rápidamente.
Pero el hambre no está en relación inmediata con las contracciones gástricas: cuando a un animal le son seccionados los nervios que parten del tubo digestivo, no se le suprime el hambre. Eso quiere decir que las contracciones estomacales sólo son manifestaciones de una cadena de estímulos y respuestas para satisfacer las necesidades. Pero las influencias más profundas son las endocrinas y metabólicas, reguladas por el sistema nervioso central: cuando se inyecta en un perro hambriento el alimento en las venas, el hambre se calma, aunque el estómago quede vacío. Seguir leyendo