Sobre el nacimiento de la cultura
El 15 de noviembre de 2013 detienen a un vagabundo de 26 años acusado de canibalismo en Francia: asesinó a un anciano de 90 años y se comió su lengua y su corazón. La explicación que dio a la policía se resume en que “oía voces en su cabeza”. Voces locas, seguro; fuera de toda lógica y de toda ética.
Soy consciente de que sólo el título de esta página puede molestar a mis lectores, los cuales exigen que se hable de la comida con finura, elegancia y estética. Y así debe ser. Pero hay comidas normales y comidas insólitas. La posibilidad de que un semejante sea devorado por otro, nos parece algo aberrante y perturbador. ¿Comidas insólitas? «Haberlas, haylas», como las meigas. Y además nos provocan a pensar en profundidad el fenómeno de la alimentación humana, fuera de cualquier explicación psiquiátrica acerca de lo anormal.
La relación cultural del hombre con el alimento parece que es rota por el canibalismo o la antropofagia, una muestra aparente de inhumanidad o ferocidad. ¿Es verdaderamente el canibalismo un paso atrás en la hominización, una forma de animalizarse, de asemejarse a los animales que comen carne de otros animales de la misma especie?
En su obra Tótem y Tabú Sigmund Freud sentó la tesis de que el nacimiento de la cultura se debe a un acto primitivo de antropofagia: los hijos se rebelaron contra la autoridad del padre, lo mataron y después se lo comieron. Con eso nació en ellos, a la vez que un terror indescriptible por el acto realizado, el «ideal» del padre introyectado, un ideal de autoridad, de gobierno y de procuración que trascendía lo meramente natural. El recuerdo inconsciente de este horrible crimen no se desvaneció, sino que se continuó, diluyéndose en el peso autoritario del «ideal» del yo individual –el «super-yo»– generando la aplicación del ideal a la naturaleza –también al ámbito espontáneo de la naturaleza instintiva interna, llamada «ello» por Freud– o sea, originando la «cultura». Seguir leyendo