Etiqueta: pan

Sopa Cana

Israel

Jozef Israëls (1824-)  Orienta su estilo hacia la pintura de género realista, como forma de expresar su admiración por el ser humano, siendo el tema principal de sus lienzos la vida de los campesinos y pescadores. Manifiesta cierta angustia en su obra, pintando la tristeza y el sufrimiento.

Desde hace más de medio siglo a la fecha, las costumbres gastronómicas han cambiado notablemente. La imposición de un mercado, exigente en cantidad y calidad, permite hoy formas y maneras de mesa que dejan obsoletas las viejas recetas. Por ejemplo, hasta mediados del siglo XX no se popularizó por estos pagos navarros el consumo del turrón. En su lugar, había otro tipo de manjar, bautizado como “cano” o blanco.

En la montaña navarra, el invierno de los pastores permitía que se confundiera el postre con la comida principal. Tenían a su inmediata disposición: la leche, el pan, el queso y la grasa de oveja; y un fuego de leña. Preparar una comida sencilla era también simple: primero, migando el pan en una cazuela y rociándolo con agua; luego, llevándolo a una sartén hasta dorarlo en el humeante aceite de grasa animal; finalmente, empapándolo con leche. Un alimento sobrio, carente de lujo, pero nutritivo: las migas canas.

En la Navarra media y baja –desde el Baztán hasta más allá del sureste de la Cuenca–, estaban muy bien diferenciados el plato central –al que se destinaba el capón casero– y los postres. Lo más sustancial se producía en casa; y el pollo, que iba a ser pitanza del principio, podía ser aprovechado parcialmente también para el final del festín. En este punto empieza a funcionar la imaginación de la cocinera. Cuando había escasez, el ama tenía a su disposición –aparte del pollo y su grasa– siquiera productos de la tierra: la almendra, la leche, el pan. En un saquito muy vigilado, tenía el azúcar; y en una tarro escondido, la canela y otras especias. Para hacer su postre –la sopa cana– había de tener a mano: pan, leche, azúcar, canela, almendra molida, sal y una cáscara de limón. Bastaba entonces realizar algunas maniobras culinarias. Seguir leyendo

Decálogo sensorial sobre el buen pan

Luis Meléndez ha pintado, con especial expresividad, la hechura y la tonalidad cromática que el buen pan tenía en los hogares españoles.

Los que han tenido la oportunidad de haberse criado en pueblos que hacían su pan entenderán fácilmente que en la casa propia se han comentado y enseñado unas cuantas cualidades del “buen pan” que podríamos resumir en algunos sencillos puntos, que hoy repiten los gastrónomos.

1º Aquel pan ha sido “candeal”, hijo de un trigo aristado, con la espiga cuadrada y corta, llena de granos ovales y opacos, cuya harina blanca es de calidad superior. «Pan candeal, pan celestial». En cambio, «Pan de centeno, para tu enemigo es bueno».

2º En su aspecto exterior, el buen pan había de tener una corteza que fuera relativamente gruesa, pero que no se despegara masivamente en láminas al apretarlo. Seguir leyendo

Mi viejo y nuevo gazpacho

Vela Zanetti: "Segadores"

Vela Zanetti: «Segadores» (1979)

A Pío Barbería, amigo de cocina

Mi viejo gazpacho

Cuando yo era niño, a finales de julio veía llegar al cortijillo donde vivían mis abuelos cuadrillas de segadores preparados para recolectar los trigos en sazón. Cubiertos con sombreros de paja, llevaban a sus espaldas una rústica capacha de esparto, donde habían metido un poco de pan, fruta y queso. Colgaban de este cesto sus hoces de hojas aceradas, curvas y dentadas, con filos cortantes, afianzadas en un mango de madera y protegidas por vainas de cuero.

Muy temprano, casi una hora antes de que saliera el sol, empezaban la faena, encorvados sobre los largos surcos de los trigales.

A mitad de la mañana, y en un momento de descanso, se arrimaba al grupo un aguador que, en su borrico, portaba un amplio lebrillo de barro vidriado, en el que vertía el contenido de un cántaro: el dornillero había hecho antes un majado fresco de ajo, cebolla, aceite, vinagre y sal, lo había introducido todo en el recipiente con abundante agua,  salpicado todo con pedazos de pan y rodajas de pepino. Era el gazpacho cotidiano que, aprovechando un alto en la faena, amainaba la sed y daba una tregua a la fatiga. Seguir leyendo

“¡Ánimo, a las gachas, que son de arrope!”

Adolphe Guillermo Bouguereau (1825-1905): “Las gachas de avena”. Pintor realista, de corte academicista y tradicional. Su gran preocupación fue el ritmo del cuerpo humano, siguiendo los pasos de los clásicos, aunque mostró siempre gran originalidad por el modo idealizado de sus figuras, especialmente las femeninas.

Adolphe Guillermo Bouguereau (1825-1905): “Las gachas de avena”. Pintor realista, de corte academicista y tradicional. Su gran preocupación fue el ritmo del cuerpo humano, siguiendo los pasos de los clásicos, aunque mostró siempre gran originalidad por el modo idealizado de sus figuras, especialmente las femeninas.

En nuestra lengua, la “gacha” –así, sin historia y sin contexto gastronómico– equivale a una masa muy blanda, casi siempre de harina triguera o cebadaza, que tira a líquida.

Pero la historia culinaria de las “gachas”, en plural, comienza allá en el pueblo, en la humilde sartén de la abuela, donde por la mañana temprano se tostaba buena harina, a la que se le añadía luego agua y sal, y se aderezaba con leche, miel y aliño de ajonjolí; quedaba espesa. Como preparación final, la abuela solía volcar sobre ella la vasija del arrope. ¡Entonces se ponían interesantes las gachas! Tanto, que la abuela levantaba su voz con un refrán: “¡Animo, a las gachas, que son de arrope!” Una expresión que ya había quedado en el Diccionario de refranes, para incitar a una persona a atreverse a alguna cosa, especialmente cuando es agradable.

Y era el desayuno mañanero. ¡Tiempos de carestía, incluso con arrope! Probablemente tiempos de siempre, aunque no de todos lados. Por lo que para referirnos a un personaje de antigüedad muy remota, el refranero nos brinda la expresión: “El rey que rabió por gachas”. ¡Todo un símbolo las gachas! Divisa de tiempos inmemoriales, quizás tanto como los del hombre mismo.

Cuando se introducía en la boca con la cuchara, los dientes no tenían que hacer presión: la boca se llenaba de esta blanda farineta y sólo trabajaba suavemente la lengua y el reflejo de succión. Pero consecuentemente, y con ese relajo muscular, los labios se ponían de modo espontáneo en actitud de besar, de mimos. Quizás por eso, las abuelas veían  “gachitas” en las expresiones de satisfacción de sus nietos lactantes, como melindres y ternezas dirigidas a ellas. Y la cosa todavía perdura en el mundo adulto: pues cuando decimos que alguien se hace unas gachas con sus nietos, nos referimos a que expresa el cariño con demasiada melosidad y enternecimiento. Seguir leyendo

Pan y vino hacen camino

 

Francisco de Goya, "Hombre que bebe" (1777). Con total acierto costumbrista, Goya pinta el modo tradicional de beber el vino en bota, una vez que el pan ha servido de alimento sustancial.

 Medalla de oro para las asociaciones del Camino

Las Asociaciones navarras de Amigos del Camino de Santiago recibieron el día de San Francisco Javier la mayor distinción foral. Estas Asociaciones han sido un factor decisivo en la recuperación del Camino. En el acto hubo emocionantes alocuciones y un convencimiento generalizado de la importancia cultural de la ruta jacobea.

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Un antiguo discurso sobre el Camino de Santiago

Hace ya años, el 27 de octubre de 1995, tuve el honor de impartir una conferencia que llevaba por título “Pan y vino hacen camino”. Hízome la presentación el que fuera amigo de todos, el inolvidable sacerdote y polígrafo navarro don Jesús Arraiza, quien antes me había sugerido el tema. La conferencia se enmarcaba en las Jornadas Jacobeas que programan los Amigos del Camino de Santiago. Una página web (caminodesantiagoennavarra.es) me ha recordado aquel evento y su fecha exacta. He intentado desempolvar el texto de la conferencia y sólo he podido extraer algunos apuntes que ahora reescribo.

Recuerdo que centré mi discurso sobre el carácter simbólico que tienen los elementos del antedicho refrán: el pan, el vino y el camino. Aparentemente, nada original. Pero es que quizás algunas cosas sencillas, como las citadas, son siempre las más originales e insólitas: y somos nosotros los que perdemos lucidez y arraigo cuando no las incorporamos a nuestra vida con suficiente convicción y empeño. Porque pan y vino son elementos gastronómicos, claro está, pero no sólo eso.

Y el camino, también, parece que ya está hecho y fijado…, pero en realidad, para el verdadero peregrino el caminar no es propiamente un seguir las pisadas de otro, sino hacer la ruta que le dirige a la maduración personal. El camino ha de llevar a alguna parte, y si no es a este punto de sazón espiritual, no conduce a ningún lado. Seguir leyendo

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