Cosas de poetas
Entre la variopinta correspondencia literaria que a veces mantienen los poetas, nos encontramos con dos vates contemporáneos. Me refiero al cubano Nicolás Guillén y al gaditano Rafael Alberti. Ambos se refieren, en tono de burla y guasa, al cerdo con muy medidos versos castellanos, alabando la calidad gastronómica del jamón, capaz de hacer bueno el vino segundón.
Ya los poetas del Siglo de Oro sabían de las gracias gastronómicas del jamón; concretamente Lope de Vega (Epístola al Contador Gaspar de Barrionuevo) alaba el curado en la Sierra de Aracena:
Jamón presuto de español marrano
de la sierra famosa de Aracena
adonde huyó del mundo Arias Montano.
Se refiere al cerdo ibérico, con el que las buenas gentes del pueblo dieron forma a una pulida cultura gastronómica. Jamón presuto (del término latino praesuctus) era el jamón “curado”, al que se le había sacado la humedad.
Otras veces entra el jamón (o tocino) en el verso con modos maliciosos, como los que usa Quevedo para mofarse de la posible ascendencia judía de Góngora, reflejando cruelmente que los judíos no comen cerdo por prescripción religiosa:
Yo te untaré mis obras con tocino…
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas cual mozo de camino.